El reciente agravamiento de la crisis de combustible en el Líbano tiene contra las cuerdas a los hospitales del país, que necesitan carburante para el suministro eléctrico y se enfrentan además a una fuerte escasez de medicinas, materiales médicos y liquidez con trazas de costar muchas vidas.
Desde que el Banco Central libanés anunció la semana pasada el fin de los subsidios al combustible, la ya acuciante escasez ha derivado en una casi inexistencia de, entre otros, diésel para operar los generadores eléctricos en momentos en que el suministro de luz pública brilla por su ausencia.